Anarquismo y violencia

Al anarquismo se lo suele asociar tanto al uso de la violencia para lograr objetivos políticos como al extremo pacifismo, pasando por la perspectiva de uso de violencia exclusivamente para la defensa. Estas marcadas diferencias de percepción son el resultado de que la etiqueta política de «anarquistas» no se corresponde con un grupo homogéneo y constante a lo largo de la historia de los diferentes países donde se han encontrado personas catalogadas como «anarquistas», sino que tales personas pertenecen a corrientes políticas que pueden llegar a ser muy diferentes entre sí y que en ocasiones lo único que tienen en común es la etiqueta política de anarquistas. Entre los anarquistas y sus diferentes corrientes no existe un consenso acerca de la legitimidad o utilidad o niveles de la violencia permitida.

Según los anarquistas el Estado, o cualquier otra institución que ostenta poder, engendra violencia, al ser la minoría de aquellos que ostentan el poder quienes coartan la libertad de los demás individuos para continuar manteniendo sus privilegios en detrimento de la mayoría. La diferencia de criterios surge a la hora de confrontar dicha violencia impuesta por el Estado.[1]​ Hay anarquistas que creen en el uso de la violencia como medio para alcanzar sus fines,[2]​ y otros que se encuentran vinculados a movimientos pacifistas.

El anarquismo alcanzó publicidad masiva por vez primera durante la segunda revolución industrial, cuando células anarquistas a finales del siglo XIX y principios del siglo XX atacaron a jefes de Estado en Europa y América. Algunas de las tendencias y actitudes anarquistas marcadamente no violentas son el anarquismo cristiano y el anarcopacifismo.[3]​ Estos movimientos tienen una fuerte convicción de que el uso de la violencia supone repetir patrones de poder y autoridad lo cual les lleva a rechazar cualquier acto de violencia y abogan por otros métodos de lucha tales como la desobediencia civil y el antimilitarismo. Sin embargo, hay corrientes como el anarcosindicalismo en las que ambas posturas han convivido. En la guerra civil española y en la Revolución Makhnovista en Ucrania, el anarquismo también utilizó la violencia.[4]

  1. "Pero aun entre aquellos que admiten la violencia bajo la forma del atentado y del terrorismo, no hay ninguno que la considere como algo absolutamente indispensable o como la forma única de lucha social. Todos, sin excepción, ven en ella un mal impuesto a los oprimidos y explotados por los opresores y explotadores" (Angel Cappelletti, La ideología anarquista, p.23).
  2. Varios anarquistas que reflexionaron sobre la violencia y consideraron necesaria su utilización tanto como autodefensa como medio para conseguir la revolución, han coincidido en que la violencia no es buena ni deseable. Luigi Fabbri en Dictadura y Revolución (Proyección, Buenos Aires) y Errico Malatesta (Vernon Richards, Malatesta, vida e ideas. Tusquets, Barcelona, 1977, p. 73-85) han sostenido esta postura. "El uso de la fuerza es incoherente con la libertad y cuanto más emplea un régimen la violencia, tanto más represivo es. Sin embargo, la resistencia a la fuerza es el primer elemento esencial para lograr la libertad, aunque uno tenga que emplear la violencia para alcanzarla. La violencia practicada por el Estado es la antítesis de la libertad, porque constituye el medio por el cual se mantiene el dominio" (Albert Meltzer & Stuart Christie, Anarquismo y lucha de clases. Proyección, Buenos Aires, 1970 p. 155).
  3. Una línea pacifista (no-violenta) siempre ha existido en el anarquismo, siendo Leon Tolstoi su principal exponente, quien afirmaba que la violencia engendra violencia y poder. Ver La ideología anarquista de Angel Cappelletti, p. 23.
  4. García Moriyón, Félix. Del Socialismo Utópico al Anarquismo. Cincel; 1985, p. 126-145.

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